Higiene Mental
La
verdadera alimentación humana transciende todas las interpretaciones
estandarizadas sobre todo aquello que nutre nuestro organismo , así como a la
compleja entidad que somos, la cual probablemente necesite de sustancias y
elementos sutiles que no se encuentran entre el vasto universo de nutrientes
conocidos.. En algunos aspectos el organismo humano sufre de un exceso
ingestivo de alimentos adulterados y especialmente agresivos y tóxicos en
cantidades innecesarias, que producen un estado oxidativo permanente
responsable de envejecer múltiples sistemas y funciones orgánicas. Y es
evidente que tal circunstancia precipita la senectud del ser por hallarse
contenido en un cuerpo macilento enfrentado a innumerables conflictos internos.
Restablecer en la medida de lo posible los niveles de equilibrio hemostático
resulta pues una batalla diaria que consume desproporcionadas cantidades de
energía, en tanto en cuanto el individuo permanece muchas veces inconsciente de
los auténticos dramas químicos y eléctricos que suceden en su interior. Supone
el hombre que la comida es su alimento, pero no siempre es así. En este
apartado sobre higiene mental no profundizaremos de momento en las gravísimas
irregularidades alimentarias que comporta nuestra dieta habitual, sino que más
bien abriremos un espacio reflexivo, y tal vez contemplativo, sobre unos de los
aspectos fundamentales que preservan y revitalizan todas las energías físicas
susceptibles de fortalecer al ser humano; la mente. La mente como herramienta
de creatividad. La mente como espacio íntimo aunque inmaterial pero tangible,
donde se proyectan, contienen y elaboran los pensamientos constantemente,
siendo estos las semillas vivas que emergen al universo de las realidades
materiales dando forma finalmente a nuestro mundo interno y externo. El
principio de la vida se encuentra en lo más profundo del pensamiento,
independiente y libre del tiempo, pero anhelante de espacios donde germinar
para expandirse y alcanzar todos los reinos de la existencia. El pensamiento
profundo que nace de la conciencia es un acto creativo en sí mismo, más allá de
las formas y dramas o alegrías relacionadas con su esencia, todo pensamiento es
un mandato del ser interno que habita en el hombre. Pensar es concebir. Pensar
es ver en nosotros. Y a través de esa visión-pensamiento se genera una
energía creacional que labora al instante para materializar cada pensamiento.
El ser humano no es una entidad meramente física y terrestre. El ser humano es
una creación divina cuya asombrosa naturaleza interior contiene extraordinarias
similitudes con la Personalidad Divina del Padre de la Creación. Es en lo más
oculto donde se halla la esencia del hombre. Oculto pero no ocultado, aunque
parezca contradictorio en sí mismo. El cuerpo físico es un complejo y maravilloso
vehículo temporal que permite el viaje de la vida material en mundos de
asombrosa naturaleza. El no somos. Somos en él y fuera del, viajeros
universales. Entidades de origen divino comprometidas con la aventura de la
existencia humana. Existe una estructura inmaterial, sutil y prodigiosa, que
actúa como un puente entre la entidad universal humana y su vehículo físico; el
cuerpo. Dicha estructura no es más que la mente. La mente existe, pero no es
física y por lo tanto no puede ser asociada a ninguna otra estructura dentro
del propio cuerpo; pues donde se desarrolla y expresa el pensamiento, ¿en que
cavidad, órgano o sistema?, ni tan siquiera se puede afirmar que en el cerebro,
lugar preferido como hábitat del pensamiento por parte de los cientifistas mas
ortodoxos. El pensamiento es libre…tal vez lo único libre que hay en nosotros.
Y existe, aunque no lo veamos. El pensamiento es luz creadora, contiene la
esencia del Universo. El pensamiento es la expresión creacional de la
conciencia del ser interno. Es una semilla viva. Es la esencia manifestada del
Ser. Y todo pensamiento usa el canal de la mente para expresarse y manifestarse
finalmente. Es precisamente la mente el templo del pensamiento donde deberíamos
adorar la fuerza creadora que está en todos nosotros. La mente, el altar de la
voluntad humana. Somos la suprema triada del Universo reunida en el Hombre;
Energia-Espiritu, Pensamiento-Mente, Cuerpo-Materia. La Mente es efectivamente
un grandioso templo interior unido energéticamente con nuestro yo cósmico, el
viajero universal, y enlazada con el cuerpo físico a través de ciertas
glándulas y redes neuronales del cerebro. Es la mente el hijo amado de nuestro
reino interno. Y como tal, está absolutamente necesitada del amor más sublime y
del pan diario del pensamiento creacional, y del agua azul de los sueños alados
que nos eleven a aquellos celestes reinos añorados donde la vida es igualmente
azul. La mente debe nutrirse de la constante poesía de la inocencia del alma
que contempla maravillada el milagro de la belleza material en los mundos que
nos cobijan. Del sonido leve y fresco de los ríos del amor en nuestras manos
húmedas de esperanza. La mente ha de alimentarse de los frutos del árbol de la
sabiduría. Y también orar en el silencio de sí mismo a aquella Suprema Mente
que la imagino como un dulce poema a la perpetuación de la vida inteligente.
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